Hasta el punto 40 del muro fronterizo han llegado más migrantes de distintos países, como dos colombianos llamados Andrés, que arribaron en avión a esta ciudad; o Roiber y Yeniré, venezolanos que viajaron en tren, o como un grupo de turcos.
Se observan transitando de ida y vuelta entre una tienda de conveniencia ubicada en el cruce de los bulevares Francisco Villarreal Torres y Juan Pablo II, y el campamento que han armado frente a la concertina que custodia el muro fronterizo, mismo que ha crecido en los últimos días con el ocaso del Título 42, medida impuesta desde 2020 y que legitima la expulsión expedita de migrantes que ingresan de manera irregular a Estados Unidos.
También con migrantes que buscan cruzar de manera ilegal, que “están buscando los huecos” para internarse en el país del norte, contó una mujer venezolana de 40 años que ha visto cómo el otro campamento, el que se armó desde el 28 marzo a un lado de la Presidencia municipal, frente al altar por los 40 migrantes muertos en el incendio de las instalaciones del Instituto Nacional de Migración en Juárez, se ha visto disminuido en tan sólo un día, “por la broma esa de la reforma del 11 de mayo”, del fin del Título 42.
Mientras tanto, “yo me voy a esperar a los tiempos de Dios”, comentó la mujer, que solicitó la reserva de su identidad. Ella lleva dos días en el campamento de la Presidencia, y por fortuna su esposo ha conseguido ya un empleo fijo, como albañil. Pronto, comentó, buscará un hogar para ella, el hombre y sus tres hijos adolescentes, en lo que la aplicación de CBP One les permita hacer la cita para poder entrar legalmente a Estados Unidos.
Roiber y Yeniré también tienen esa esperanza, que les da su embarazo de un mes y su hijo de un año y medio. En el campamento del punto 40 del muro fronterizo han escuchado a los agentes estadounidenses decir “que ya van a abrir, que nos van a dejar pasar ya, pero sólo hemos visto pasar días así”.
Llevan ya una semana durmiendo en la tierra del cauce del río, y “si hubiera sabido que íbamos a estar así, yo no vengo”, dijo Roiber. “Esto ha sido lo más difícil de todo el camino”, agregó. Ellos cruzan cuando necesitan cargar su celular, o comprar alimento o bebida, y cruzan lo que queda del río por un tramo en el que hay basura y hasta unos pallets que les permiten pasar sin mojarse los pies.
Le ha tocado ver niños enfermos, hambre, llanto. Todo en ese campamento. Pero quiere esperar. Al fin y al cabo, ya está aquí después de mes y medio de trayecto y los últimos días en tren hacia Juárez, como para volver.
Lo mismo dijo la mujer del campamento de la Presidencia. “Esperé tres meses para llegar aquí como para no esperarme un poquito más”, precisó.
Todos los entrevistados, los Andrés colombianos, Roiber y Yaniré y la mujer venezolana de 40 años, coincidieron en que tanto el INM como la Policía Municipal “se han portado bien” con ellos, pese a la idea que tenían por lo que habían observado en redes sociodigitales de camino a Juárez.