La versión de live-action de La Sirenita, en manos del director Rob Marshall y protagonizada por Halle Bailey ha vivido en la polémica, la cual nació mucho antes de su producción. Después de años de ese anuncio y el debate con tintes raciales sobre el color de piel de su protagonista, la cinta llega a las salas.
La adaptación al filme animado de 1989, que a su vez está basado en el libro de Hans Christian Andersen, tiene una nueva versión atendiendo a esa premisa de que “cada generación necesita su visita a los clásicos”.
La historia se ha empapado —palabra pertinente para esta historia oceánica— de la perspectiva contemporánea de problemáticas sociales como el racismo, el colonialismo, el consentimiento y cierta negación a que el matrimonio es la única vía a la felicidad romántica.
‘LA SIRENITA’ DE HALLE BAILEY NAVEGA EN AGUAS PROFUNDAS
La primera idea por desarrollar es el contundente trabajo de Halle Bailey como Ariel. Complacer a los fanáticos de una de las canciones más emblemáticas de la narrativa audiovisual era una tarea que se antojaba compleja, quizá imposible. Meterse con los clásicos es nadar entre medusas.
Sin embargo, Bailey ha tomado el camino correcto. Se apropió de Part of your world y le dio un toque actual, pleno y fortalecido a un tema caracterizado por el tono ligero y “propio de una princesa” que le imprimió la icónica Jodi Benson. Halle es todo lo que una Ariel necesitaba en el 2023.
En la ficción esta sirena se rebela de su autoritario papá que le dice que no debe ir al mundo de la superficie y, en la vida real la actriz se convierte en un princesa Disney racializada en un contexto en el que espectadores, puristas, racistas y conservadores, le han intentado cortar las aletas. El espíritu de La Sirenita radica en esa matizada rebeldía.
ALGUNOS CAMBIOS EN LA SUPERFICIE DE ‘LA SIRENITA’
Intentaremos dejar de lado las discusiones sobre el tono de piel, la representación y la supuesta inclusión forzada, para concentrarnos en algunos de los intentos de los creadores por darle la vuelva a una narrativa anclada a los preceptos del mundo de las princesas para sacarlos a flote desde las perspectivas contemporáneas.
Además del claro modelo de negocio que apela a la nostalgia del espectador, Disney también ha empleado sus versiones live-action para ajustar cuentas con sectores de la población con los que ha fallado históricamente: personas racializadas, representación latinoamericana, historias de mujeres, perspectivas feministas y personas LGBTQI+.
Algunas de esas intenciones han llegado a las profundidades, otras siguen flotando sobre la superficie. Uno de esos cambios los podemos escuchar en dos de las canciones emblemáticas. La primera de ella es en Kiss the Girl, en cuya versión original sugiere que el príncipe Eric debe besar a Ariel, ahora humana, sin su consentimiento.
En esta nueva versión de la cinta, el crustáceo Sebastian canta “usa tus palabras, chico, y pregúntaselo”. Un cambio que se percibe necesario en un contexto donde discutimos temas como el “no es no”, en casos de acoso y conductas sexuales inapropiadas.
También sucede en el tema Poor Unfortunate Souls, en el que Ursula cantaba originalmente “en tierra es mucho más preferible que las damas no conversen” y que “la chica que se muerde la lengua es la que consigue un hombre”. La nueva versión simplemente retiró todo el verso de la canción.
En este caso, pienso, se cae en una corrección política que deja fuera el contexto del personaje que lo canta. Pues estas palabras pudieron ser utilizadas como una crítica frontal a esa perspectiva rancia sobre las interacciones sumisas de las mujeres.
Y finalmente, aunque intentan darle cierto giro a su “felices por siempre”, su propuesta, aunque aventurada, también se siente tibia y cercana a un clásico desenlace Disney.
Aunque la tendencia desde la aparición de los live-action de Disney ha sido calificar del mejor al peor, no caeremos en la tentación, lo que sí puedo concluir es que esta versión se ha quedado a medio camino de ser extraordinaria.