Hubo 55,000 espectadores en el Tokyo Dome el jueves, pero la atención de todos estuvo centrada en una sola figura: El Nro. 16 de Japón, Shohei Ohtani. Se escuchó el rugido del público cuando se anunció el nombre de Ohtani previo al partido entre Japón y China en el Clásico Mundial de Béisbol.
Los aplausos hasta incrementaron cuando Ohtani se subió a la lomita para lanzar y luego, cuando entró a la caja de bateo para batear.
Jugando en el Clásico por vez primera en su carrera, Ohtani dominó a una escuadra mucho más débil de China. En cuatro entradas como lanzador, ponchó a cinco bateadores y permitió un solo hit. Tocó las 100 millas por hora con su recta y llegó a 99 mph en seis ocasiones más, en lo que al final sería una victoria por 8-1 de la selección japonesa.
Por fin, en el cierre del cuarto capítulo, Ohtani disparó un doble con corredores en primera y tercera, empujando a ambos, para ampliar la ventaja de Japón a 3-0.
Al final, Ohtani bateó de 4-2 con dicho doble, dos empujadas, una anotada y dos bases por bolas.