JAPÓN VENCE A MÉXICO Y VA CONTRA EU POR EL TÍTULO DEL CLÁSICO MUNDIAL DE BEISBOL

La escuadra nipona vino de atrás y ahora jugará la final este martes

El sueño se ponchó, pero la leyenda ya estaba escrita. Pese a la derrota en las Semifinales del Clásico Mundial de Beisbol, México firmó no sólo la mejor participación en el certamen, sino en el deporte tricolor en general en torneos mayores de conjunto.

El Tri estuvo cerca de llegar a la Final contra Estados Unidos, sin embargo, el dos veces campeón del torneo fue la piedra que terminó por tirar al equipo de Benjamín Gil, que pese a luchar e incluso tener dos veces la ventaja, cayó por 5-6.

La Final quedó a un pasito, aun así, México hizo historia y llenó de orgullo a una afición ávida de triunfos. Sin importar el deporte de preferencia, el beisbol añadió a nuevos seguidores y el futuro es brillante. En el camino quedan las hazañas ante Estados Unidos, apaleado por 11-5, echar del torneo a Puerto Rico y tener en la lona al Bicampeón del Mundo, Japón.

En la Semifinal, el Tri tuvo el control del duelo con el jonrón de Luis Urías que dejó tres carreras en los cartones, en la cuarta entrada, y con el pitcheo de Patrick Sandoval. Pero las cosas comenzaron a complicarse con los relevos, primero el de José Urquidy, salvado en un par de ocasiones por Randy Arozarena, quien voló para acabar con dos casas llenas, y luego el de JoJo Romero, quien sufrió un cuadrangular de Masataka Yoshida, quien con su tablazo remolcó la tres del empate en el séptimo rollo.

Y aunque la esperanza revivió precisamente por el mejor jugador de México, Arozarena, con un imparable y carrera de por medio, además de la llegada a home de Jarren Durán, en la octava, los nipones no perdieron la paciencia y respondieron para mantenerse cerca.

Ya en la novena, con el Tri en blanco, el gran héroe Japonés Shohei Ohtani pegó un imparable que lo puso en la intermedia y luego una base por bolas regalito de Giovanny Gallegos, la derrota era inminente. Con ese sentimiento, el relevista mexicano perdió la brújula y un bombazo de Munetaka Murakami apagó el sueño.

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