Tal vez el indicador más claro de esto es la creciente histeria de Donald Trump expresada en declaraciones cada vez más tontas. “Ella fue comunista, es comunista y será comunista” acusa cada día, algo que más allá de ser falso, parece ser un ataque posiblemente caduco de un político viejo que creció en la guerra fría.
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Y es que aquí en la convención en Chicago nació un optimismo ausente durante la campaña de Biden y con ello cambió la narrativa en los medios y en las calles sobre la elección, de repente poniendo en jaque las ambiciones y pronósticos republicanos. Y con sólo 11 semanas antes de elección el 5 de noviembre, eso era esencial para los demócratas.
El mosaico de las bases y militantes del Partido Demócrata es expresión visual de la diferencia entre los partidos. Aquí en Chicago, tanto el desfile de oradores como los 20 mil participantes en la arena subrayaron el llamado a la unidad a pesar de diferencias que fue uno de los mensajes retóricos principales para marcar un contraste con los republicanos y su convención abrumadoramente blanca. Políticos latinos -algunos usando el español-, afroestadunidenses, asiáticos, gay, musulmanes, judíos y más se combinaron con estrellas del mundo de los espectáculos y deportes.
Por cierto, se podría decir que los que más provocaron el júbilo del público fueron los no políticos como el músico Stevie Wonder, las Chicks, Pink y el entrenador de basquetbol Steve Kerr entre otros. Y también se notó en la ruta sonora de esta fiesta política, desde rock, country, Motown, R&B, rap, aunque no el blues, la música más identificada con Chicago (quizá porque choca un poco con uno de los temas de la convención, que es la felicidad, una decisión de alguien que no entiende el blues).
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Hubo momentos que ofrecían algunas interrupciones cómicas, por ejemplo referencias a la matriarca del partido, la ex presidenta de la cámara baja Nancy Pelosi, a quien le colocaron el apodo de “la madrina” -en el sentido de El Padrino- por su manejo férreo del poder partidario, incluyendo, aunque no se dijo públicamente, su papel ya conocido en poner fin a la candidatura de Joe Biden y trasladarla a Harris.
Sin embargo, si algo tuvieron en común las dos convenciones fue esa extraña obsesión con la familia de los candidatos. A diferencia de otros países, los esposos, hijos, nietos de los candidatos de pronto son parte del enfoque: quien podría ser el primer primer caballero, Doug Emhoff, esposo de Harris, ofreció un discurso que incluyó hasta cómo conoció románticamente a su esposa. El presidente Biden fue presentado por su hija. Los hijos de ambos candidatos fueron captados por las cámaras, y también participaron en videos trasmitidos aquí para hablar de sus padres. Nadie los eligió, pero son protagonistas en las pugnas electorales.
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Y como es de esperarse, no falta el patriotismo fácil. En cada convención se coreaba, cuando se elogiaba a este país, “USA, USA”. Cada noche empezaba con el himno nacional, y el juramento de lealtad, y en la versión republicana con expresiones marciales. Mucho énfasis se colocó en el heroísmo de los que son y fueron militares, con algunos de los oradores afirmando que ellos arriesgaron sus vidas en lugares como Afganistán e Irak “para defender a la libertad” y su país. No mencionaron las consecuencias de estas aventuras bélicas estadunidenses. Aquí se usó repetidamente para criticar la cobardía de Trump que evadió el servicio militar con un pretexto médico.
En ambas también no se cesaba de decir que este país es el elegido por Dios, cada noche pedían la bendición del ser divino, y esa mezcla de religión y política se realizaba al inicio y al final de cada noche por líderes religiosos. Es tal vez la democracia más religiosa del mundo.
Con tanto patriotismo, odas al sueño americano, referencias a este país como “la nación indispensable” del mundo y, como se dijo repetidamente, una “fuerza del bien”, resultaban un poco desconcertante las referencias a esta elección como un momento existencial donde estaba en riesgo el futuro del superpoder. Según lo que se dijo en ésta y la otra convención, hay amenazas por todas partes dentro y fuera del país. Una vez más, dejaron la impresión de que es un superpoder muy asustado.
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“Aquí no se decide nada, algo que decepciona a los novatos entre los delegados, no entienden que una convención es nada más que un comercial muy largo”, un spot publicitario.
Es una super producción obviamente realizada por profesionales del mundo de espectáculo.
Casi todo está coreografíado, nada fuera del control de la campaña presidencial y la cúpula máxima del partido, aunque a veces hay interrupciones mínimas y breves como las que expresan disidencia sobre el apoyo estadunidense al genocidio en Gaza.
Hay algo de pan y circo, pero a la vez, también es la única vez cada cuatro años que cada partido se reúne a nivel nacional, donde se pueden expresar de cierta manera diversas corrientes, como fue el caso aquí con legisladores y funcionarios progresistas y sus aliados en movimientos de derechos y libertades civiles, y donde a pesar de la prioridad política de mostrar unidad con los candidatos, se registran algunas de las luchas internas y externas en el país más poderoso del mundo.
Hay niveles dentro de la convención.Hay asientos especiales apartados para invitados importantes, donantes y más, también secciones con trago gratis, por ejemplo el área “Captain Morgan”. Empresas y grupos de interés poderosos han comprado “suites” con cocineros y meseros, y para los más especiales hay fiestas privadas con entretenimiento exclusivo. A pesar de la retórica desde el podio, no todos aquí son iguales.
“En África, todos mueren de risa al ver a Estados Unidos”, comenta un taxista de Uganda en Chicago al conversar sobre el dinero que domina la elección, la retórica falsa y sobre todo Donald Trump quien dice ha aplicado el modelo autoritario de varios líderes de África.