Además de mover una ingente cantidad de droga, Pablo Escobar plantó la semilla de otro “regalo” que Colombia lleva tiempo tratando de lidiar. El que fuera gran capo de la droga compró cuatro hipopótamos para su finca y, tras una historia donde la naturaleza avanzó sin mirar atrás, hoy son centenares de criaturas y una auténtica pesadilla para el país. Una vez más, situaciones desesperadas llevan a medidas extremas.
La noticia. Literalmente, se acaba de dar luz verde a la matanza de los hipopótamos. Como parte de los esfuerzos en curso para abordar la población invasora de hipopótamos que Escobar introdujo por primera vez en el país, un tribunal colombiano ha emitido una orden que especifica que los animales pueden y deben ser cazados.
Según ABC News, el Tribunal Administrativo de Cundinamarca le dijo al Ministerio de Medio Ambiente de Colombia que tiene tres meses para poner en marcha “una reglamentación que contemple medidas para la erradicación de la especie”, expresando que esas medidas deben incluir “la caza controlada y la esterilización”.
La intrahistoria. La contamos hace un tiempo, aunque desde entonces el problema se ha agravado. Comenzó en la década de 1980, cuando Escobar importó de forma ilegal esos cuatro ejemplares exóticos a su hacienda como parte de un zóo que estaba montando.
Tras la muerte de Escobar en 1993, la mayoría de los animales se reubicaron, pero estos hipopótamos lograron evadir la captura y quedaron abandonados en los lagos y ríos de la región. Se pensó que no serían un gran problema y que probablemente morirían con el tiempo, pero sin depredadores naturales y con un ambiente favorable, se reprodujeron extremadamente rápido, y hoy se estima que hay hasta 169 alrededor del río Magdalena.
No solo eso. Este crecimiento descontrolado ha generado serios problemas ecológicos y sociales. ¿La razón? Los hipopótamos están alterando los ecosistemas locales, desplazando a especies nativas y contaminando cuerpos de agua con sus excrementos, lo que afecta la biodiversidad. Además, representan un peligro para los habitantes de las comunidades cercanas, ya que son animales agresivos y potencialmente peligrosos.
Primeros intentos de control. Hasta ahora, cuando las autoridades han intentado controlar la población mediante la esterilización o el sacrificio, han generado polémica, y el problema no ha hecho más que crecer, convirtiéndose en un desafío ambiental significativo para Colombia.
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El estudio que encendió la mecha. Aunque no deja de ser una predicción, si se los deja a su suerte, un estudio prevé que la población de hipopótamos llegue a alcanzar los 1.400 ejemplares para el año 2039, lo que, según los tribunales, supone una amenaza para el “equilibrio ecológico” de la zona.
Además, y como decíamos, en investigaciones anteriores se ha determinado que uno de los principales problemas es el excremento de los hipopótamos, que actúa como un potente fertilizante en los lagos y ríos cercanos. La consecuencia es que las bacterias y las algas que habitan en ellos experimentan un auge demográfico, lo que puede dar lugar tanto a floraciones de algas nocivas como a una falta de oxígeno y nutrientes para otros organismos que dependen de las aguas.
A la caza de los hipos. Así llegamos a la noticia de esta semana. Las autoridades colombianas habían intentado varias veces acabar con estas criaturas invasoras. De hecho, no es la primera vez que han intentado cazarlos. En 2009, las autoridades de Antioquia emitieron una orden de sacrificio para tres hipopótamos que supuestamente se habían convertido en un peligro para la seguridad (lograron sacrificar a uno de ellos).
En 2021, un tribunal local dictaminó que los animales debían ser esterilizados, en lugar de sacrificados. El proyecto se había llevado a cabo lentamente, aunque el año pasado se desarrollaron planes para sacrificar a algunos de ellos. Ahora, la decisión del Tribunal Administrativo de Cundinamarca ha dado al Ministerio de Ambiente tres meses para introducir «una reglamentación que contemple medidas para la erradicación de la especie» en la zona.
Críticas a la medida. Tras conocerse la aprobación de las autoridades, grupos de defensores de los derechos de los animales se han opuesto a los planes de caza, al igual que parte de la industria del turismo. Al parecer, el legado de Escobar, incluidos estos gigantes de dos toneladas que deambulan por la zona de su propiedad, siguen atrayendo visitantes al país cada año.