ARCTURUS: LO QUE SE SABE SOBRE LA NUEVA VARIANTE DE COVID-19

El primer caso de COVID-19 en Latinoamérica fue confirmado el 26 de febrero de 2020 en Brasil. Dos meses después, el 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) comunicó que el brote se había convertido en una pandemia.

Desde entonces, y hasta el 30 de septiembre de 2022, la región ha notificado más de 178 millones de casos confirmados, según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Además del impacto a nivel sanitario, “la pandemia de COVID-19 está teniendo un gran impacto en la salud mental de las poblaciones de las Américas”, alerta la OPS.

En el Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra cada 10 de octubre desde 2013, conoce cómo la COVID-19 afectó a la salud mental en la región.

Qué es la salud mental
No existe una definición unívoca sobre salud mental, considera Nicolás Campodónico, doctor en Psicología, investigador y director de los Programas de Posgrados de Psicología Clínica de la Universidad de Monterrey, en México.

De todos modos, la conceptualiza como “los recursos que tienen todas las personas para afrontar diferentes problemas y situaciones cotidianas y no tan cotidianas”.

Por otro lado, la OMS define la salud mental como “un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera, y aportar algo a su comunidad”.

Cómo afectó la pandemia de coronavirus a la salud mental
La pandemia de COVID-19 tiene impactos profundamente adversos en la salud mental de la población, señala la OPS en el artículo Fortalecimiento de las respuestas de salud mental al COVID-19 en las Américas: análisis y recomendaciones de políticas de salud, publicado el 15 de noviembre de 2021 en la revista The Lancet.

El psicólogo e investigador asegura que durante la COVID aumentaron los casos de ansiedad, los ataques de pánico, la depresión, las tasas de suicidio, el consumo de alcohol u otras sustancias y las situaciones de violencia.

El artículo de la OPS puntualiza que “en Perú, la prevalencia de síntomas depresivos durante el confinamiento en mayo de 2020 fue cinco veces mayor que la reportada previamente a nivel nacional en 2018”.

En el caso de Argentina, los habitantes mostraron ansiedad y síntomas depresivos considerables durante el confinamiento. Un 33% de los participantes reportaron posibles síntomas de depresión y un 23% ansiedad.

Por su parte, una encuesta nacional en Brasil, publicada en septiembre de 2020, encontró altas tasas de prevalencia de depresión entre los encuestados (61%), ansiedad (44%) y estrés (50%).

A su vez, un estudio en México, realizado durante el confinamiento, documentó síntomas de estrés postraumático clínicamente significativo en el 28% de la población estudiada.

Por otra parte, la organización panamericana agrega que “las personas infectadas y en recuperación de COVID-19 experimentan altas tasas de problemas de salud mental. La razón de las tasas de incidencia fue más alta para los trastornos de ansiedad, insomnio y demencia”.

La pandemia de COVID-19 también ha contribuido a la recaída y la exacerbación de los síntomas de salud mental en personas con condiciones de este tipo preexistentes, asegura la entidad internacional.

“Además, se descubrió que las personas con un diagnóstico reciente de un trastorno mental tenían un mayor riesgo de infección por COVID-19 y una mayor frecuencia de resultados adversos, lo que representa un factor de riesgo adicional para el empeoramiento de la salud mental”, indica la OPS.

Los trabajadores de la salud y quienes enfrentan mayores riesgos físicos, altas demandas laborales y estigmatización social igualmente se vieron perjudicados: “Estudios de Argentina, Chile, México y Trinidad y Tobago encontraron altas tasas de depresión, ansiedad, estrés e insomnio entre ellos”, indica la OPS.

En el caso de los niños o adolescentes, la pandemia afectó el proceso de socialización y de educabilidad, informa Campodónico.

Según refleja la OPS, en marzo de 2020 más de 154 millones de niños (95% de los matriculados) en América Latina y el Caribe no estaban escolarizados debido a la pandemia.

“Además del cierre de escuelas, que interrumpe las rutinas diarias, el aprendizaje y la socialización, los niños y adolescentes se han enfrentado a la pérdida de seres queridos y a una mayor adversidad en sus entornos familiares, incluido un mayor riesgo de violencia doméstica”.

“En 2020 el 27% de los adolescentes y jóvenes encuestados en América Latina y el Caribe reportaron haber sentido ansiedad y el 15% depresión. Otro estudio de jóvenes de entre 15 y 29 años encontró que el 52% había experimentado un estrés más significativo y el 47% había tenido episodios de ansiedad o ataques de pánico durante la cuarentena”.

Además, el artículo publicado en The Lancet destaca: “Un estudio del Foro Económico Mundial encontró que un año después del inicio de la pandemia, un promedio del 45 % de los adultos de 30 países encuestados informaron que su salud emocional y mental se había deteriorado. Los encuestados de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Perú y los Estados Unidos informaron peor salud mental en niveles superiores al promedio mundial”.

La pandemia también se ha asociado con cambios en los comportamientos de consumo de alcohol y sustancias. De acuerdo con una encuesta realizada por la OPS en 2020, en 33 países y dos territorios de América Latina y el Caribe, las medidas de cuarentena estaban asociadas con el consumo social de alcohol en línea y en presencia de un niño.

Además, la pandemia ha provocado interrupciones significativas en los servicios de salud mental en la región. Una evaluación rápida de la OMS de 2020 sobre la prestación de servicios para Trastornos Mentales, Neurológicos y por uso de Sustancias (MNS, por sus siglas en inglés), informó que al menos el 75% de los servicios relacionados con MNS estaban completa o parcialmente interrumpidos.

En ese sentido, la OPS reconoce que la salud mental a distancia es una alternativa eficaz a la atención en persona para una variedad de afecciones y la pandemia ha acelerado las innovaciones, incluida la adopción de nuevas leyes y reglamentos. Sin embargo, estos desarrollos tecnológicos no han sido uniformes “ya que algunos países aún carecen de infraestructura básica y marcos normativos”.

Al respecto, Campodónico reflexiona que en muchos casos fue complejo adecuar la atención a la virtualidad: “Eso terminó recrudeciendo el desamparo, la angustia, la soledad y las preocupaciones”.

“Hay muchas cosas que llegaron para quedarse: el miedo, el cuidado o la cuestión de los saludos a distancia. La digitalización o la virtualidad también. Negar eso es negar todo lo anterior”, asegura el especialista, quien añade: “Y, en los casos particulares, hubo gente que perdió familia o el trabajo. Esas circunstancias tampoco se olvidan”.

Cuáles fueron algunos de los factores que afectaron a la salud mental en la región
“Esta emergencia de salud pública en América Latina y el Caribe se ha visto exacerbada por desafíos sociales y económicos subyacentes asociados con mecanismos de protección social débiles, sistemas de salud fragmentados y profundas desigualdades” advierte la OPS.

La entidad asegura que, además del impacto que la pandemia tuvo en la salud y la pérdida de vidas, esta emergencia sanitaria generó importantes consecuencias socioeconómicas: “En 2020, toda la región de las Américas, y particularmente América Latina y el Caribe, experimentó aumentos significativos en el desempleo, la pobreza y la inseguridad alimentaria”.

Campodónico indica que “el aislamiento condujo al aumento del desempleo, el aumento del desempleo a problemas económicos y se produjo un efecto bola de nieve que provocó preocupaciones e incertidumbre por el futuro”.

A su vez, el especialista destaca que algunas personas se veían afectadas por la situación económica desde antes de la pandemia, pero la COVID-19 recrudeció la situación y profundizó la angustia, las situaciones de violencia o los problemas educativos.

Además, “creó otros problemas que también perjudicaron la estabilidad emocional de todos, como la situación de empleabilidad, de accesibilidad a la salud o a la educación”.

Quiénes son las personas más afectadas
La OPS sostiene que, de los estudios citados, “las mujeres, los menores de 35 años, las personas con condiciones de salud mental preexistentes y aquellos con niveles económicos y educativos más bajos informaron tasas más altas de síntomas de salud mental”.

Asimismo Campodónico asegura que, a nivel individual, todas las personas se vieron afectadas de diversas maneras. Por ejemplo, menciona que algunas debieron afrontar la pérdida del empleo; el distanciamiento de personas importantes; el fallecimiento de un ser querido; o el temor a enfermar o contagiar a otros.

Cuál es el panorama a futuro
Frente a este escenario, la OPS reflexiona que los países de la región deben tomar medidas inmediatas para fortalecer sus sistemas y servicios de salud mental a fin de satisfacer las crecientes demandas de apoyo psicosocial y de salud mental.

Además, la entidad sugiere que los gobiernos deben ver la pandemia de COVID-19 como una oportunidad para prepararse para futuras emergencias.

“Las estrategias clave para una integración exitosa incluyen la incorporación de la salud mental en la legislación, las políticas y los programas nacionales de sanidad; adoptar un enfoque basado en los derechos; integración de la salud mental en la atención primaria; incluir la atención de los trastornos mentales, neurológicos y por consumo de sustancias en los planes de seguro y los paquetes de prestaciones de atención médica; y aumentar la inversión”.

Por otra parte, Campodónico considera que una consecuencia de la subjetividad del momento que también impactó en la salud mental, se relaciona con la forma de vida.

Al respecto reflexiona: “Hay un sujeto distinto en lo que sigue a la pandemia, con proyectos completamente diferentes. Antes había aunque sea un mínimo de vista hacia el futuro, ahora hay una conceptualización más de vivir y disfrutar el momento”.

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