En México, la violencia entre grupos criminales sigue cobrando vidas, lo que empuja a las agrupaciones a reponer “el personal”, y lo cual se logra gracias a la extensa exposición a la criminalidad de los potenciales miembros, así como sus aspiraciones de éxito financiero, nociones de masculinidad, y a la pertenencia social.
“El estudio Más allá del dinero, el poder y masculinidad: Hacia una perspectiva analítica sobre el reclutamiento para las organizaciones narcotraficantes mexicanas”, publicado en la revista International Sociology, señala que las organizaciones narcotraficantes mexicanas han experimentado un rápido desgaste que ha resultado en una necesidad continua de personal desde 2006, sin embargo, se destaca que los nuevos miembros están “preparados mentalmente” para pertenecer a un grupo.
Mientras que la participación de sus familiares en grupos criminales y cierta normalización de la presencia del grupo simplifican la llegada de nuevos miembros a los grupos criminales.
El artículo elaborado por Piotr A Chomczyński, del Departamento de Sociología del Arte de la Universidad de Lodz, Polonia, así como Roger Guy, del departamento de Justicia Penal de la Universidad Estatal de Nueva York y Elena Azaola, del Centro de Estudios e Investigaciones Avanzadas en Antropología Social, de México, indica que luego de entrevistar a 79 miembros actuales y anteriores de algún cártel, encontraron que las personas reclutadas están motivados por aspiraciones de éxito financiero y nociones de masculinidad, pero también influenciados por el apego a grupos sociales y experiencias compartidas en conjunto.
Entre los hallazgos también se destaca que los nuevos miembros se unieron a los grupos criminales debido a que el crimen organizado ofrece beneficios intangibles arraigados en la vida de grupo, como lo son la experiencia colectiva de pertenecer a grupos íntimos y la idea de que el camino hacia la delincuencia está ligado a otras personas significativas.
Además de que la desigualdad estructural y su relación con las oportunidades ilícitas aumentan el impulso y el atractivo de la delincuencia organizada como vehículo hacia el éxito.
“Nuestros entrevistados no solo estaban empobrecidos, sino que además residían en barrios caracterizados por la omnipresencia de la delincuencia organizada y la ausencia de oportunidades económicas legítimas”, señala el informe.
Por lo que debido a sus antecedentes sociales y experiencias biográficas similares, los reclutadores apelaban directamente a las aspiraciones materiales de los desfavorecidos equiparando experiencias placenteras (por ejemplo, prestigio social, éxito material, y la masculinidad) y de este modo, los reclutadores ofrecían la vida en un cártel o de ser un narco como solución a sus problemas cotidianos.
“Hemos demostrado que el reclutamiento es un proceso dinámico entre individuos con antecedentes similares que gira en torno a la primacía de la vida en grupo y la importancia del colectivismo”, agrega el documento.
Pertenencia a un grupo
El estudio sostiene que el proceso de reclutamiento se convierte en un medio de intercambio en donde los jóvenes ingresan inmediatamente a un grupo social luego de que se les sensibiliza a aceptar trabajar con una organización criminal, al tiempo que los reclutadores explotan las historias comunes para dibujar el trabajo en el cártel como una opción legítima de empleo.
Parte la investigación retoma entrevistas realizadas en Tepito, donde los investigadores observaron que muchos menores de edad estaban expuestos al crimen organizado desde temprana edad, y que ello facilitó la transición a su ingreso a esos grupos al crecer.
“Muchas de sus familias se dedican a alguna actividad criminal: el padre, el tío, el primo”, como lo describió un trabajador social a los autores.
Es posible que los mismos ya estuvieran involucrados en delitos menores, algo que facilitaba aún más su adhesión al grupo.
Asimismo, se subraya que mediante la pertenencia al grupo, los hombres pueden lograr independencia financiera y sostener a su familia.